Texto curatorial

¿Cuál es la importancia de conocer nuestro pasado familiar, de identificar los rostros en las fotos que encuentro? ¿Por qué visitar los lugares que vieron nacer a mis ancestros?

Rastrear una genealogía quizás sea sinónimo de encontrar conexiones a otras familias, otras raíces; e ir a lugares a los cuales preferimos sentirnos ajenos. Resulta más “fácil” construir una identidad -o una idea de lo que creemos ser- sin reconocernos en otros. Bajo nuestro contexto, marcado por la diferenciación social, la idea de regresar al pasado y reflexionar sobre sucesos anteriores está asociada generalmente al resentimiento, al trauma, a aquello que no podemos superar; así, nuestra colectividad se construye sobre una base de silencios y de historias ocultadas. A la mayoría de quienes crecimos en una ciudad como Lima, nos enseñaron que el individualismo es la posición más cómoda.

Si nuestra historia -como nación- es dura y extensa, los microrrelatos dentro de nuestros núcleos familiares podrían estar más conectados de lo que creemos a esas luchas pasadas; las cuales finalmente nos hacen ser quienes somos, aunque a veces sea lo último de lo que queramos saber.

Claudia nos muestra cómo la mirada sobre lo andino se ha ido estructurando y creando estereotipos, prejuicios sobre los cuáles todavía seguimos caminando. Los organiza, cataloga, interviene, y los mira; pero con la intención no de eliminarlos, sino de ver cómo se siguen manifestando en la actualidad muchas de esas acciones. Nos invita a indagar en nuestros propios comportamientos, buscar en el archivo personal y conocer más de nuestra historia.


Esta búsqueda, entonces, termina siendo un ejercicio individual: ahondar en los recuerdos, viajar a través de los relatos, conocer las historias y sus protagonistas; preguntarme: ¿tienen algo de mí? ¿en qué me parezco
a ellos? A través del reconocimiento en lo heredado -no solo del aspecto físico, sino de las emociones y los conflictos-, es posible cuestionar las situaciones actuales que vulneran al otro, y que nosotros también propiciamos.

P’amparay se abre como ese álbum de fotos que sacamos del ropero por primera vez, junto con la nostalgia de acercarnos a nuestros vínculos familiares. Nos comparte historias de personas que se encuentran en el camino de responder sus propias preguntas y lo que vienen haciendo/creando con ellas. También nos coloca frente a un conjunto de imágenes, que por mucho tiempo fueron omitidas porque reforzaron la idea de que el pasado es tan doloroso que no se puede ver, ahora intervenidas por la autora, quién cuestiona esa última afirmación y nos invita a sí observarlas, pero no solo con la mirada, sino con la acción.

Indagar en el archivo personal permite mantener la continuidad de hacer(nos) nuevas preguntas antes de volver a la comodidad del silencio.

Nelly Ramos
Curadora del proyecto

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